Emprender no es un camino de rosas

Suele decirse que para tener éxito se requiere primero haber fracasado previamente. En nuestro país, perecen de hecho el 80% de los intentos. Razones para que esto ocurra hay muchas, de entre ellas las más importantes se relacionan seguidamente, pero antes de hacerlas frente, se debe superar el miedo y dar el paso. No todas las personas pueden vivir en la permanente inseguridad del emprendimiento. Aceptar que puedes llegar a perderlo todo es muy duro.

Principales razones por las que fracasan muchos emprendimientos:

  1. Gastar demasiado.
  2. Seleccionar colaboradores no adecuados incorporando incluso personas cercanas por compasión, habitualmente incapaces, gente triste y alicaída, que solo ve el lado oscuro de la realidad contaminando todo lo que toca.
  3. Traiciones y deslealtades inesperadas.
  4. Olvidarse de que la deuda hay que devolverla.
  5. Factores externos como las crisis, cambios producidos en los entornos económico, político y normativo, aderezados con inestabilidad política, un nuevo competidor o producto sustitutivo, los avances tecnológicos…. Cada vez que oigo que van a tomar medidas para proteger a los autónomos y a las pymes, me hecho a temblar.
  6. El crecimiento es en sí mismo un factor de riesgo. Si no crecer es un problema, hacerlo también puede serlo. «Morir de éxito» es la expresión que utilizamos para catalogarlo.
  7. No controlar:
    • El aumento de los costes.
    • La morosidad y la rentabilidad de la cartera.
    • Los movimientos del personal (incorporaciones, despidos, cambios de departamento …).
  8. Hacer que la burocracia nos bloquee (el crecimiento suele traer aparejado un aumento de la burocracia y de procesos que, aunque no aportan a la cuenta de resultados, son necesarios). 

En los comienzos casi nada suele ser lo que parece. Se te acercan muchas empresas y personas con el ánimo de echarte una mano, la gran mayoría a la cartera. Es increíble la enorme cantidad de depredadores que pululan alrededor de los nuevos empresarios:

  1. Profesores “desinteresados” de escuelas de negocios que, por cierto, no tienen ninguna experiencia en temas de emprendimiento.
  2. Emprendedores fracasados que buscan ansiosos su oportunidad.
  3. Evangelistas de las nuevas tecnologías.
  4. Programadores que hacen milagros.
  5. Prestamistas sin escrúpulos.
  6. Amigos de cargos de responsabilidad en empresas públicas dedicadas precisamente al fomento del emprendimiento. 
  7. Funcionarios públicos en busca de una víctima fácil.
  8. Asesores de poca monta. 

En suma, vendedores de humo de todo tipo. Cada uno de los anteriores tiene nombre propio en mi experiencia. Alguno de ellos incluso más de tres. Pasados los años he intentado localizarles por redes sociales. He sentido curiosidad por saber qué ha sido de ellos, pero no lo he conseguido. En su mayor parte están desaparecidos ―por fortuna para los nuevos emprendedores―, aunque mucho me temo que habrán sido sustituidos por otros similares… Nuestro país ha sido siempre prolijo. Aunque desde la época del Lazarillo de Tormes ha llovido, no hemos cambiado mucho. La picaresca campa a sus anchas.

La envidia es además el deporte nacional, por lo menos en nuestro país. Si fracasas, se apunta al carro una enorme cohorte de plañideras, de esos que ven al futuro una vez ha pasado y que se dicen para sí que ya te lo habían advertido, que con lo bien que estabas… cómo se te ocurre… Si triunfas, aunque sea a pequeña escala y entendiendo por triunfo, el poder pagar las nóminas, atender los compromisos financieros y llevar un ritmo de vida simplemente un poco más desahogado, se te arrima un montón de gente de un lado, y de otro se generan una ingente prole de enemigos. Las plañideras se transforman y entre susurros explican a quién quiere escuchar las oscuras razones de tu progreso. He sido extorsionado, se me ha amenazado, vilipendiado en redes sociales -con el silencio cómplice de los más cercanos y la pasividad de la justicia ordinaria-. Se ha llamado a mis socios y principales proveedores… 

En cuanto a los bancos, he tardado mucho en dar con unas entidades que más menos funcionan. Muchas desilusiones por el camino. La última crisis les ha cambiado. En general te dan un paraguas cuando hace sol y te lo quitan con las primeras gotas de lluvia. Los profesionales de hoy nada tienen que ver con los de antaño. La presión que reciben de sus centrales es tan brutal que les han dejado limpios de toda humanidad y autoridad. Trabajar sin ellos es imposible, pero creo que eso también está cambiando.

Verdaderamente emprender no es un camino de rosas. Parafraseando al Dr. Mario Alonso Puig «las personas que piensan en grande no esperan que las cosas sucedan, sino que son ellas las que las hacen suceder. Por eso están enfocadas en la acción y, al igual que las humildes hormigas cuando se encuentran con un obstáculo en el camino, buscan vías alternativas hasta que lo superan». Los obstáculos constituyen en sí el propio camino que te va a ayudar a progresar, por eso las personas más positivas utilizan la propia tierra que le intentan echar encima para construir poco a poco un castillo capaz de albergar un sueño.

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Sobre el autor

Ángel García-Muñoz Rodrigo es Executive MBA por EADA, Licenciado en Gestión Comercial y Marketing por ESIC y Graduado en Programación de Gestión por la Universidad Pontificia de Comillas, ICADE.
Ha desarrollado su carrera profesional como directivo en diversas multinacionales y es el promotor de la primera Central de Compras y Servicios europea del sector de manejo de materiales «Ática Redex S.L.», además de «DBK Proyectos S.L.», «ACR S.L.» y «Mundi Agri Ibérica S.L.»

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